• Óleo sobre lienzo
  • 80 X 60 cm

En casa de una de mis tías, anciana y agria, vivía una criada con su hija que tenía mi misma edad: diez años.
Mi tía, sin motivo alguno, a menudo regañaba a la niña. Entre nosotros nació una linda relación.
A nuestros diez años, por primera vez, habíamos descubierto una gran amistad.
Para consolarla de los reproches, algunas veces, le llevaba caramelos que me regalaban las amigas de mi madre y que  a lo mejor  yo había un poco chupado.
Un día la criada se fue.
Mi pequeña amiga y yo nos saludamos con una última mirada llena de comprensión.
Han pasado tantos años pero yo jamás he encontrado alguien con quién poder dividir mis caramelos un poco chupados.