Reseñas

Franco Abbina en la Silber Gallery

Al término del recorrido figurativo de treinta y siete “estaciones” de una especie de emotivo Via Crucis, como es el montado por Franco Abbina en la Silber Gallery de Roma entre Octubre y Noviembre de 2013, hay una cara, la del Último espectador, que como un pierrot discreto y perplejo te observa e interpela antes de darte las gracias, un Último espectador que en otra versión de la misma obra se titula, no por casualidad, Sombrero verde con autorretrato: es desde aquí desde donde se puede comenzar, partiendo en retroceso, para comprender el ansia que anima la pintura-escritura de Abbina, que introduce de sí en cada una de sus obras una compleja serie de motivaciones autobiográficas, incluso sin mostrarlo de inmediato. “Gracias por haber entrado en mi pequeño mundo”, dice, y se comprende que querría añadir algo más pero la intensidad emotiva del momento lo contiene, aunque aquel adjetivo mío parece lanzado allí casi con pudor. Querría, quizás, preguntarte cuanto de sí (pero también de ti, obviamente) has conseguido leer en su treatrillo de títeres sicilianos, en la panoplia existencial de su pintura muestrario, dotada de carteles explicativos.

No osa pero ciertamente espera, Franco, haber procurado suficiente material de reflexión y por ello, profesándose espectador el mismo de los sentimientos de otros como el primer actor de un agridulce Vaudeville, se despide con fingida desenvoltura, mirándote por el rabillo del ojo.

Un movimiento hábil, sin duda, que hace del libro, que contiene una buena parte de sus laicos ex voto, un corolario, una ramificación necesaria de la exposición, que en siete partes exhibe imágenes pintadas y las palabras que las explican y justifican, exposición caracterizada por un título, cuanto menos emblemático, Historias y leyendas que no han existido nunca: que es como decir historias de todos, de “Gente un poco así”, como reza un título, interiores y paisajes, recuerdos de ordinaria cotidianidad y antipatía, todo ello filtrado por el velo de una ironía controlada pero a retazos también ácida.

Siete partes, decíamos: a partir de “Encuentros y recuerdos” hasta “Amores destrozados” de “Egoismos y autoabsolución” hasta “Imprevistos con pocas esperanzas” de “Mitos vueltos a examinar” hasta “Matrimonios y consecuencias”, para terminar con “Se continua a creer y a soñar”, cada una desarrollada por situaciones o perspectivas diferentes. Siete partes con un elemento conceptual y figurativo que los une como un tenaz hilo conductor..la idea del deseo que parte, bien mirado, totalmente de la primera tabula picta “He encontrado un viejo sabio”, en la que se promete un “cuarto deseo”, el más precioso y necesario de todos, o si se prefiere la idea de su sinónimo y pariente más próximo, o sea el “sueño” atestado en la exposición, casi al final, en aquel “Pescador de sueños” que desde un puente tendido sobre el abismo continua sereno y fiero “Pescando sueños”, lo que le ata en definitiva a la vida y le da el sentido de la esperanza que no sólo “no se marchita nunca”, como dice explicitamente en el relato, sino que se regenera continuamente como la mítica fénix. Deseo y sueño, ¿de qué? de lo que está expresado en aquello que, en orden de importancia, el autor quizás considera lo más significativo pero también lo más enigmático de sus cuadros, hasta el punto de ponerlo en la portada de su libro y en la invitación a la exposición, o sea “El Beso”; es como decir proyección y fantasía de una unión en la que dos, hombre y mujer, ambiguamente se funden hasta el punto de perder cada uno de ellos las propias connotaciones bajo el signo de un fantasma, en el que los roles se intercambian y se superponen. Es realmente imposible distinguir cual de los dos con su presencia confiera identidad y consistencia al otro/la otra y al mismo tiempo quien anula y quien es anulado, en un juego de las partes que se nota más veces en el trayecto narrativo por imágenes y palabras que, especialmente en la última sección, “Matrimonios y consecuencias”, puede incluso cargarse de venenos corrosivos.

Ya otras veces he tenido ocasión de notar como Abbina fija la existencia, la vida cotidiana, bajo forma de “espectáculo” rutilante y multicolor regulado por una sabia dirección, en tramos que recuerdan de vez en cuando la pluma aguda y venenosa de Grosz, todo con un surplus en la amalgama de una, bien reconocible, pecualiridad expresiva. “Gracias por haber entrado en mi pequeño mundo”. Un mundo ciertamente “pequeño” pero que se incardina sobre un concepto simple y a la vez vertiginoso e indescriptible: el amor como “talismán de sabiduría feliz”, hecho necesariamente de pintura, como ha dicho Giuseppe Selvaggi. Éste es el secreto escondido en los pliegues de la historia, su “cuarto deseo”: el auspicio de poder continuar gracias al amor, a “mirar el cielo a través de trocitos de vidrio de colores”, a dar, en resumen, un nombre y un sentido a cada objeto, a cada personaje de su existencia, como hace François, protagonista del último relato del libro que es una especie de heterónimo del autor.

Al final, concebido entre nostalgia y amargura, entre sufrimiento y desencanto, este mundo escrito y pintado permite decir que Abbina está creando un “sistema” más complejo de cuanto él mismo había pensado al inicio de su empresa. Un exposición para no perdérsela verdaderamente.

Vincenzo Guarracino

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Franco Abbina, un libro singular

(llegado a la tercera edición)

Un libro singular, éste de Franco Abbina, “Storie e Leggende che non sono mai state”, un libro que “puede ser para el lector un talismán de sabiduría feliz”, como sugiere la nota editorial de apertura. Tierno y mordaz, amable e irreverente: poético, en el sentido más alto del término, o sea creativo, poniendo atención en la lectura de los intersticios entre una historia y otra, además de en la trama compresiva del tapiz, el sentido de una vida que a través de la escritura “pesca sueños” y desentraña el hilo de recuerdos y deseos mirando al cielo, como hace el personaje François de los últimos relatos (una suerte de heterónimo del autor, evidentemente), “a través de pedacitos de vidrio coloreado”.

Dividido en dos (no, en tres) partes, entre una primera, epónima, que da titulo al conjunto, y la segunda la más extensa dedicada, como deja ver el título (“Cierta gente un poco así”), a la representación de tipos humanos múltiples y diversos, el conjunto acompañado de un nutrido carrusel de “imágenes” se presta a muchas lecturas, o mejor predispone con sensata organización autorial angulaciones diferentes, al menos cuanto lo son las partes que lo estructuran.

No es por lo tanto sólo una “irónica reflexión sobre los defectos humanos”, como lo había en su momento ya definido la poetisa Alda Merini, sin hacer distinciones entre aspecto de contenido e icónico del texto, concentrada como estaba sobre todo en el aspecto caricaturesco de figuras y personajes que se encuentran en él. Hoy se puede decir algo más tomando en consideración ambos aspectos: se puede decir por ejemplo que se revela dotado de multis luminibus además de ingenii, y también de multae tamen artis. Que esto sucede mirando tanto lo que dice en lo específico de los textos, de las “historias y leyendas”, como en lo que “comunica” a través de las imágenes que, de vez en cuando, se enquistan y se incrustan en el propio texto, pero también incluso en lo que no dice (o no quiere decir).

Por ejemplo me impacta, recorriendo las páginas del libro, que el autor ha querido obsequiarme, el hecho de que al menos tres de entre los textos originarios del libro han sido eliminados “En busca de una identidad”, “Amor de barrio” y “La víctima”. Para el primero de ellos se sugiere sin medias tintas el sustituto, un texto de título emblemático “Coherencia sentimental”, una búsqueda de “identidad”, en definitiva, que se desarrolla paradogicamente en el filo de la trasgresión: como diciendo que la existencia (ex-sistere, o sea ser instante a instante) se inventa sus propios espacios de libertad fuera de toda ley, de toda forma dada.

Pero, ¿quién es el autor? Franco (¿François?) Abbina es muchas cosas juntas, un viejo trotamundos de la cultura, con aire piratesco a lo Moustaki: actor de teatro y de cine, cultivador de música, pintor y escritor, e incluso emprendedor. Un gran “amateur” en definitiva, en el sentido más etimológico del término; uno a quien le gusta hacer, de ponerse a prueba.

La obra de la que hablamos aquí es una obra narrativa y visiva al mismo tiempo, que tiene una escritura fulminante y esencial, su valor más importante.

Un libro heterogéneo, del estilo que los latinos llamaban satura lanx, es decir “alimento rico y suculento de cosas diversas”, en el que la unión de salsas, guisos, es capaz de dar espacio a sabores impredecibles, a atractivos manjares, no sin una punta de acre, corrosiva irreverencia. Historias e imágenes que, de hecho, se cruzan y contaminan en mezclas sorprendentes, a partir de lo que el propio título dice, o sea que el récit se desenvuelve a lo largo del hilo de cosas “que nunca han sido”.

Esto para decir que viven y se encuentran, las primeras como las segundas, dotadas de vida propia y autónoma, salvo reclamar la urgencia de una mirada global, no rapsódica: ni cometarios ni didascalías las unas de las otras, tienen la fuerza de ser ellas mismas, proponiéndose sin pudor por lo que son, homenajes fantásticos al existir, espacios de deseo, “búsquedas de identidad” a través de vidas prestadas, imaginadas. Con la existencia, la vida cotidiana, fijada, como un “espectáculo” multicolor regulado por una sabia guía a trazos que recuerdan, una y otra vez, la pluma aguda y venenosa de Grosz, el expresionismo de Viani, el grafismo arcaico y grotesco de Antony Witt, el trazo un poco naïf de Gino Meloni, sin citar las sonrientes y surrealistas atmósferas de algunos dibujos de García Lorca. Todo ello con un superavit, en la amalgama, de un encantador sabor.

Vincenzo Guarracino

Franco Abbina entre palabras y colores.

¿De donde nacen las imágenes de Franco Abbina, el mundo lunar y aparentemente trastornado de sus historias y leyendas en papel o sobre la tela? “No han sido nunca”, ciertamente, él mismo lo glosa en el título de la antología de imágenes y apólogos, editada por Gangemi Editore de Roma, pero no estamos en definitiva muy seguros de ello. Nos damos cuenta de que la suy es una broma de efecto, que hay en sus afirmaciones una suerte de subestimaticón que , retóricamente, disminuye, pero para pedir confirmación, tomas de posición por parte de quien entra en sus páginas y en sus cuadros. Un vez inmersos en el set de la imaginación del artisa-escritor, los personajes, efectivamente, han cobrado vida a través de las palabras y sangre a través de los colores, iniciando un recorrido que llega hasta el lectorçespectador con sorprendente eficacia y verosimilitud, para inducirle a pensar, a reflexionar sobre sí mismo y sobre las dinámicas sociales que le circundan, Se comprende, por los t´tulos, que proceden de la vida, de la realidad que Abbina ha visto y experimentado antes de alaborarlas y de darles hospitalidad en su fantasía, antes de plasmarlas en el papel y las telas? “La visita de gran amador”, “Borracho de lágrimas”, “La taberna de los amores perdidos”, “Limosna rechazada”, “Un petición de matrimonio” hasta llegar al sarcasmo más sulfúreo con “El último funeral: el mío” y “Lectura del testamento de Franco Abbina”.

En el papel, es evidente que lo que el escritor persigue, a través de tipos humanos sacados de la cotidianeidad, a menudo en la relación de pareja (tanto que se podría hablar freudianamente de “romance familiar”) es la definición, a través de una galería de apólogos, de un modelo de humanidad en la que se coloca desnudo en la relación con los otros, revelando con candor vicios y defectos que la sonrisa del autor refina y comprende. “Una búsqueda de identidad”, se titula un texto emblemático en el que se habla de un tipo que toda la vida se empeña en parecerse a otros (a Tyrone Power, Clark Gable, Humphrey Bogart, Peter O’Toole, Yul Brinner, Sean Connery) para darse cuenta, tristemente, al final de la vida que no ha sido capaz de parecerse siquiera a sí mismo.

En la tela, los mismos tipos se depositan en un trazo marcado, en un grafismo punzante, sin distracciones y en pátinas de color neto, sin medias tintas, que renuncia a cualquier intermediación crítica para ser percibido en su mensaje, ya plenamente explícito en el anuncio del título.

Los unos y los otros, los apólogos no menos que los cuadros, dan vida a un “espectáculo” variado y multicolor, en trazos que recuerdan, de vez en cuando, los primeros ciertas prositas satíricas y venenosas a lo Landolfi y Manganelli (pienso en los relatos de Centuria, 1979) y los segundos la pluma aguda y venenosa de Grosz, el expresionismo de Viani, cierto grafismo arcaico y grotesco de Antony de Witt o el trazo, un poco naif, de Gino Meloni, el todo con un plus en el amalgama de una bien reconocible peculiaridad expresiva.

Vincenzo Guarracino

Franco Abbina

Una pintura repleta de extraordinarias y envolventes emociones

He podido ver con antelación las pinturas que Franco Abbina exhibirá en la Galería Catalonia de Barcelona desde el 22 de Mayo de 2015. Una exposición de verdadero arte que penetra en el alma del espectador haciéndole redescubrir su parte más secreta. El descubrimiento de una pintura repleta de extraordinarias y cautivantes emociones. Treinta cuadros que son una obra maestra de expresividad narrativa, una obra que tiene una “escritura” representativa fulminante y esencial. En una de las anteriores exposiciones en Roma he visto una señora conmoverse ante el cuadro “El Reproche” en el que el autor cuenta la historia de su primera amiguita a la edad de diez años. Otro señor sorprendido y horrorizado en frente de la ironía, feroz y juzgadora, del “Cura Peligroso”. Hay otros tres cuadros que considero expresiones de arte extraordinaria. “Borracho de Lágrimas”, increíble síntesis capaz de transmitir un dolor antiguo y universal recalcado por las lágrimas que caen en el vaso. “El Beso”, en el que la idea de esconder completamente el rostro de la mujer para que cada uno pueda pensar libremente en la propia persona amada, hace de él una obra única en su genialidad. “La Taberna de los Amores Perdidos” en el cual los verdaderos pobres son aquellos que no tienen amor. Mesas tan vacías como vacías son sus almas. Sólo el viejo, en primer plano, tiene una botella ya que posee algún recuerdo por el que brindar. Los únicos verdaderamente ricos son quienes se aman, fuera de la taberna, protegidos por las hojas de un árbol. La existencia, la vida cotidiana, en la forma de espectáculo rutilante y multicolor. Un mundo que se encarna en un concepto simple y, a la vez, vertiginoso e indescriptible: “el amor como talismán de sabiduría feliz”.

Creo que las críticas más sinceras y explicativas son aquellas escritas por los invitados en el libro de visitas durante las anteriores exposiciones:

  • Quisiera poder mirar sus cuadros con ojos distantes pero no lo consigo. ¡Me han hechizado!
  • Soy un apasionado de arte y frecuento galerías desde hace treinta años pero nunca no me había sucedido el ver una exposición y… ¡reír! ¡Gracias!
  • ¡El Beso es realmente espectacular!
  • ¡Enhorabuena! He visto sus cuadros y, durante cinco minutos, he olvidado todo lo demás. ¡Gracias!
  • ¡Sería genial salvar el patrimonio humano de este ingenio moderno!

Para terminar estoy completamente de acuerdo con la declaración de un visitador angloparlante: “Para esta colección de cuadros, tan estrictamente coherente, haría falta un museo ¡sería una vergüenza separarla!”

UNA CITA CON EL ARTE QUE EN ABSOLUTO NO SE PUEDE PERDER

Vincenzo Guarracino

FRANCO ABBINA

Historias que se trasforman en imágenes

Hay un pintor que se atreve a desafiar las leyes de la crítica y de la pintura, un pintor que no teme pasar de los relatos al signo color y al mismo tiempo montar una galería de espejos entre la vida y la pintura que sabe a increíble.

Este pintor es Franco Abbina que se ha elegido a sí mismo como «el último espectador del mundo», desde la altura de su podio de observación (no es un caso que su taller de pintura se encuentra en lo alto, en una suerte de turris eburnea) «giudica e manda» así como dijo el poeta Dante Alighieri, observa el mundo circunstante y lo fija en instantáneas sin piedad con la mirada de un juez socarrón.

Burlándose, como un genial outsider, de las leyes del decoro formal y de la perspectiva clásica, de la agradable imagen esquemática, profundamente satisfecho de su capacidad de trasladar de inmediato, entre lienzo y página, lo que ve y lo que siente.

La suya es una valentía que no tiene antecedentes: un reto firmemente sostenido por el coraje de un espíritu verdaderamente escéptico y rebelde, impregnado de venenos que no permiten alguna misericordia dejando deslizar, bajo sus ojos, los seres humanos de su historia personal y deteniendo de repente la imagen que hace surgir una mueca o una lágrima, un pensamiento malvado o un sueño de poeta.

Dictado por una moral áspera y destructora el suyo es un mundo repleto de pensamientos y de recuerdos intento a azotar la miseria moral de sus encuentros.

Dotado de una gran capacidad de memoria visual traslada y altera sobre el lienzo situaciones y personajes devolviéndolos en grotescas parodias dignas del pintor alemán George Grosz, capaz de despellejar y desenmascarar el infierno de la hipocresía cotidiana.

Por lo que se refiere a los contenidos su pensamiento parece salir del humor más sarcástico del italiano Giacomo Leopardi.

¿Quién no se acuerda del terrible, sulfúreo: “Digo que el mundo es una liga de bribones contra los hombres de bien y de los ruines contra los generosos” o de las citas, solo en apariencia más sosegadas pero no menos amargas del filósofo español Baltasar Gracián?

Seguro de la coraza de sus convencimientos y de su capacidad, Franco Abbina pintor-historiador de sí mismo crea un nuevo modelo, una nueva corriente que no existe en nuestro panorama cultural, en el cual la palabra del relato se funde con la palabra de las imágenes, permitiendo a quienes observan y leen, de disfrutar y gozar (o indignarse) de sus imágenes y dejando al autor el invaluable derecho de decir lo que quiere sobre sí mismo y sobre el mundo y además divirtiéndose.

Vincenzo Guarracino

Introducción a las obras de Franco Abbina en levurelitteraire.com

Espacio 120 promueve las obras de Franco Abbina en la exposición de arte moderno en Pekín.